Redacción R de Rudo
Como todo trabajo, la lucha libre es un compromiso de vida para sus protagonistas, los luchadores. El primer día como profesionales resulta inolvidable, un error puede marcar su carrera o catapultarlos a la fama.
En el caso de los luchadores que heredan un nombre, el compromiso puede ser más peligroso, ya que la historia previa que hay detrás de ellos puede fungir como un auténtico candado al cuello.
El Hijo del Santo, continuador de la leyenda de plata, platica su experiencia CAMINO AL RING, un momento de impresión, respeto y mucho nerviosismo.
"Amigos, les voy a contar una historia que casi no cuento y esto sucedió hace muchos años, cuando yo iniciaba mi carrera, imagínense que cuando yo inicié me enfrenté a luchadores muy fuertes muy poderosos en ese tiempo como Sangre Chicana o Colosso Colossetti, pero regularmente mis rivales eran de mi tamaño como Voltio Negro, El Perro Morgan que eran luchadores muy buenos pero no tan grandotes.
"Un día cuando iba a Irapuato, estaba viendo los carteles y la lucha que me tocaba entonces me sorprendí al ver el nombre del Perro Aguayo, ¡no podía dar crédtio ante quién me iba a enfrentar esa tarde!, y en el vestidor, se los digo en confianza, estaba muy nervioso no sé si con miedo, y camino al ring cuando salí al vestidor me encomendé a Dios, a mí padre, recé, y entonces vi al Gran Perro Aguayo subido en el cuadrilátero.
"Para mí fue una lucha muy importante ya que el Perro Aguayo fue rival del Santo luego rival del Hijo del Santo, y esa ocasión me recordó mi debut con todos estos luchadores rudos que fueron rivales de mi padre. que siguieron activos, y que el Hijo del Santo tuvo que enfrentarlos".
La máscara del Hijo del Santo regresó 30 años en el tiempo, se entregó de nueva cuenta al frío que recorre la espalda al iniciar una historia, y como aquélla vez, salió avante, pero la figura rabiosa del Perro Aguayo quedará por siempre en sus recuerdos.
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